TURQUESA

La turquesa es un fosfato hidratado de aluminio y cobre. Su color varia entre el celeste, el azul verdoso y el verde manzana. Esta gema presenta a menudo inclusiones cafés, grises y/o negras de otros minerales provenientes de la roca madre de donde es extraída formando en algunos casos vetas que parecen telarañas.

Tiene una puntuación de 6 en la escala de dureza de Mohs lo que significa que tiene una resistencia similar a la del vidrio de una ventana.

Su nombre proviene del francés antiguo "Turquoise" que vendría a ser turca. La turquesa no proviene de Turquía sin embargo, pero por entrar a Europa por ese país a través de la Ruta de la Seda se le puso ese nombre. Esta probablemente era extraída en Persia donde la llamaban "Feroza" o victoria.

Conocida y apreciada desde hace miles de años, se dice que es una de las primeras piedras en ser extraídas por el ser humano. Es rara y cara según su calidad por lo que ha sido usada como gema, amuleto y ornamenta desde entonces.

Adornó gobernantes del Antiguo Egipto, aztecas y probablemente otras civilizaciones mesoamericanas precolombinas, persas, mesopotámicos, del valle del Indo en India y en parte de Antigua China.

Los aztecas incrustaban turquesa en oro junto a cuarzo, malaquita, azabache, jade, coral y conchas para crear objetos con mosaico que se presume eran ceremoniales como máscaras (a veces usando una calavera humana de base), cuchillos y escudos. Los indios de la cultura Pueblo, los Navajos y Apaches la veneraban como amuleto; los últimos decían que daba una puntería mortal a sus arqueros.

En Persia se uso por milenios de ornamenta, adornando tanto turbantes como bridas de caballo y mosques u otros edificios importantes. Eventualmente las técnicas persas se esparcieron a India donde se uso en joyería con oro de alta pureza con diamantes y rubíes o en edificaciones como el Taj Mahal.

Se estima que los antiguos egipcios la usaron antes de la primera Dinastía de faraones. Las piezas más conocidas que incorporan el uso de turquesa fueron recuperadas de la tumba de Tutankamón; notablemente la máscara mortuoria del faraón la cual tiene incrustaciones de esta gema junto a lapislázuli, cornalina y vidrio teñido.

Para los tibetanos la turquesa posee múltiples virtudes y tiene una influencia positiva a nivel mental. Es un símbolo de valentía, generosidad e indulgencia. Permitiría a quién sufre de depresión alejar los pensamientos negativos y protegería de las malas intenciones.

Se dice que es un equilibrador emocional que alinea los chakras y favorece la meditación. Calmante de la mente racional, es propicia a la comunicación y la expresión artística además de inducir sentimientos de amistad y lealtad.

En el plano físico representa un refuerzo energético para el cuerpo. Potencia la buena circulación sanguínea además de combatir las afecciones del sistema respiratorio y estabilizar el sistema nervioso. Aparte se dice regenera los tejidos y alivia reumatismos, artritis y dolores de cabeza.

La turquesa de la mayor calidad es extraída en la región noreste de Irán, cerca de la ciudad de Nishapur. Encontramos yacimientos registrados también en varias partes de Estados Unidos, China, Tíbet, Australia, India, Afganistán y en algunos países de Europa. Muchos yacimientos de esta gema son de pequeña escala en ubicaciones remotas en las cuales se trabaja a mano, mayormente sin maquinaria y solamente parte del año.

Existen algunas variantes como la turquesa Kingman con su color celeste e inclusiones de cobre amarillas y la turquesa púrpura, una variedad rara con tonos violáceos intensos proveniente del desierto de Mojave en California.